En 1996 tuve la suerte de asistir a la primera edición del Viña Rock -con el inolvidable cartel que incluía entre otros a Extremoduro, Los Enemigos, Porretas, Australian Blonde, Platero y Tú, Lagartija Nick, Manolo Kabezabolo, Los Planetas o Mercromina- y a la primera edición del Festimad en el parque El Soto de Móstoles atraído por un cartel que permitía ver en España a grupos como Rage Against The Machine, Smashing Pumpkins, The Jesus And mary Chain o Cypress Hill.
Por aquella época nos llamaban minusválidos y solo unas pocas leyes básicas amparaban los derechos de este colectivo. Encontrar rampas en las calles era algo excepcional y las barreras arquitectónicas y mentales eran el pan de cada día. Pasear por las calles de una gran ciudad, no digamos por una capital de provincias o un pueblo pequeño, significaba concentrar miradas a semejanza de un famoso de la farándula o del deporte, pero a diferencia de aquellos, esas miradas eran fruto de la curiosidad, la condescendencia y porqué no decirlo la pena. A mí y a mis amigos nos gustaba la música, ¡que le vamos a hacer!, y siempre que podíamos asistíamos a conciertos en salas, discotecas, pabellones o campos de fútbol de tierra. Más tarde llegaron los festivales. ¿Cómo lo hacía? Era joven, por lo que tenía una dosis de valentía e ignorancia por igual, tenía buenos amigos, una madre que me apoyaba y siempre había gente que te echaba una mano independientemente de lo que dijera una normativa o de las escaleras que había que subir y después bajar. Sí, una bonita historia de superación, pero que como las demás, también incluye una realidad dura y sórdida, casi bukowskiana.
Lo más fácil era llegar y aparcar. En algunos festivales -con la tarjeta de estacionamiento para movilidad reducida- te permitían dejar el coche junto a los vehículos de la organización hecho que agradecías enormemente. Luego empezaba la aventura. Las barreras arquitectónicas las superaban mis amigos a base de músculo y pericia incluso bajo los efectos del alcohol. Si la localización era imposible, la organización te llevaba por el backstage usando las rampas para el montaje y los instrumentos. Con suerte te encontrabas a la estrella de turno concentrada en sus movidas. Los aseos accesibles eran una quimera, por lo que te buscabas la vida en la calle, los árboles, algún rincón apartado, desmontado la silla para resolver geometrías imposibles o si la noche avanzaba y la vergüenza menguaba, usabas el aseo de chicas, testigos de tus momentos más íntimos – ¡o la puerta o la silla! -. Una vez en el recinto para el público, ganaban las ganas de vivir el presente a la imprudencia o el miedo. Si llegábamos pronto y éramos unos cuantos, la primera fila era la opción más deseada y mis amigos me hacían de fortaleza cual pretorianos. Al cabo de un rato, era imposible evitar golpes, caídas y lluvia de cerveza y cubata. Si no había sitio en primera fila, el procedimiento era el mismo pero ese día no veía ni las greñas del cantante. Suerte que nunca hubo una estampida ni una evacuación porque lo hubiera dado todo por la música.
Estamos en 2018, con una normativa más avanzada en derechos, edificación y urbanismo accesible. Las nuevas tecnologías e internet han abierto un universo de posibilidades y esperanza para la discapacidad. Pero paradójicamente, aunque se han superado algunas barreras, aparecen otras o se actualizan. El requisito se impone a el confort y en ocasiones al sentido común.
ifacilities.org ha analizado la información web de varios festivales de música españoles, incluidos los más importantes por aforo y repercusión mediática y los resultados no son muy positivos. Aunque las plataformas y los aseos accesibles son una realidad muy extendida, se debe mejorar en muchos otros aspectos para no solo lograr la satisfacción del público con diversidad funcional, sino ofrecer desde el primer momento certidumbre que le invite a asistir a los festivales y otros espectáculos. Con ello, se facilita el acceso y utilización en igualdad y no discriminación de todas las personas independientemente de su discapacidad y se fomenta una integración real en la sociedad. Por todo ello, animamos a todas las promotoras y organizadores a implementar planes de accesibilidad en sus festivales. Nosotros te ayudamos.